viernes, 15 de noviembre de 2013

EN CHILE, LA DERECHA SE IRÁ ESTE DOMINGO DEL GOBIERNO, Por Patricia Varela Cortés (para "Nos Comunicamos" de noviembre de 2013)

 
Sólo un triunfo aplastane de Bachelet (lo cual no es improbable) garantizará que el país deje atrás, defintivamente, al pinochetismo


(Por Patricia Varela Cortés)

Ya sea en primera o segunda vuelta, la ex Presidenta Michelle Bachelet volverá a encabezar el país. Lo que está en juego, sin embargo, es cuántos senadores y diputados lograrán las dos principales coaliciones en juego para lograr o no cambios estructurales.
Con sólo cuatro años en la Presidencia y después de 52 años desde su última elección ganada (1958) la derecha chilena se quedará este domingo nuevamente fuera del gobierno.
La certeza es vox populi. La ex presidenta Michelle Bachelet, hija de un general de la Fuerza Aérea asesinado por la dictadura, volverá sin competencia real a la cabeza del país, pero esta vez con un nuevo electorado y desafíos sociales que exigen cambios estructurales y definitivos.
Ésta es la sexta elección desde el retorno a la democracia (1989, 1993, 1999, 2005 y 2009) y aunque se presentan nueve candidatos presidenciales, la única duda es si Bachelet ganará en primera vuelta con más del 50 por cientos de los votos o deberá pasar a segunda (a realizarse en enero 2014).
Pero lo más relevante es, sin duda, si logrará o no –finalmente- la mayoría en diputados y senadores en el Congreso.
Ella encabezó el país hasta marzo del 2010 como parte de la coalición de centro izquierda (no comunista) Concertación Por la Democracia que gobernó durante 20 años desde el término de la Dictadura de Pinochet (1973-1990).
Ahora se constituyó una alianza política ampliada –Nueva Mayoría- que incluye a los mismos partidos de antes pero más el Partido Comunista participando activamente en estas elecciones. Destaca también que esta ex Concertación “renovada” haya logrado acuerdos con sectores emergentes (movimientos estudiantiles y sociales) para apoyar candidaturas independientes como una muestra de posible renovación.
La Alianza del presidente Piñera
La derecha, encabezada por actual presidente de la República, Sebastián Piñera, en la designación de su candidato ha dado todas las señales equívocas que ha podido. Con sólo un 35 por ciento de aprobación (el más bajo para un presidente desde los últimos 23 años) su abanderada, Evelyn Matthei, tampoco alcanza en las encuestas más de un 20 por ciento, lo que es inédito para un país que ha disputado la cabeza del país en un histórico 50/50.
Las equivocaciones y señales negativas provienen en principio del propio Piñera. Y no es que lo haya hecho mal en la economía (estadísticamente hay “pleno empleo” y el PIB sigue creciendo) sino que definitivamente la gente no le cree, lo asocia a los crecientes abusos de las empresas, a los empresarios y a los grupos de la aristocracia criolla que heredan el poder por sangre.
El Presidente y sus asesores han tenido un penoso desempeño para enfrentar los movimientos sociales que se han incrementado con fuerza desde el 2011 y sus promesas de campaña han quedado definitivamente off side. Entre ellos, había prometido, ilusamente, “terminar con la delincuencia".
Insólito: en noviembre del 2012, la derecha nominó a su ministro Lawrence Golborne– quien se hizo conocido mundialmente por el rescate a los mineros- como candidato. Seis meses después, decidió realizar primarias internas y ganó Pablo Longueira pero renunció a las 2 semanas por problemas de salud (¿estrés?). Finalmente, se acordó presentar a Evelyn Matthei en Julio de 2013, senadora e hija de uno de los generales que encabezó la Junta Militar durante la dictadura.
Los “otros” 8 candidatos
Es primera vez también que hay tal diversidad de candidatos. Con esto, las posibilidades que imponerse en primera vuelta se vuelve más dificultoso.
El ranking, después de Bachelet y Matthei, coloca a Marco Enríquez Ominami y a Franco Parisi compitiendo por el tercer lugar (con un promedio de 8% cada uno). El primero, hijo de un connotado ex dirigente de la izquierda asesinado en dictadura, había logrado en la presidencial anterior (2009) una altísima votación, situación que influyó, según todos los conteos posibles, en que la derecha lograra ganar la Presidencia.
Parisi, un aparecido, liberal independiente, con un particular discurso de centro derecha, se ha ido imponiendo entre los votantes –muchos- desencantados de la política “tradicional”.
Los restantes son: un ecologista; un ex demócrata cristiano independiente; un académico; uno que pareciera representar a la izquierda extrema/anarquista.
También está una tercera mujer: Rosana Miranda, la que se ha instalado con un discurso que busca representar a los sectores más populares del país en una candidatura novedosa pero testimonial.
Estreno del Voto voluntario
Esta es la primera vez que una elección presidencial y parlamentaria se realiza con la nueva ley de “voto voluntario”. Hasta el 2012, las personas debían estar inscritas en los registros electorales y era obligación votar.
Hoy, el que no se levante y opte por no asistir a las urnas no será penado por la ley. Además, hasta esos años muchos de los jóvenes no se involucraban y por tanto no tenían derecho a sufragio.
Así las cosas, se estima que más del 80 por ciento de los votantes serían mayores de 50 años porque son quienes aprecian su derecho a voto, ya sea por espíritu cívico heredado o porque en su lucha contra la dictadura fue lo que finalmente les dio el triunfo final.
Sin embargo, todas son proyecciones y los que se pondrán a prueba también son los tradicionales centros de estudios y de encuestas que esta vez rendirán cuenta pública de los aciertos o desaciertos de sus metodologías de previsión.
En lo único que los 9 presidenciables y sus respectivos candidatos a senadores y diputados están de acuerdo es en un solo llamado a los chilenos: vayan a votar.
Hay, no obstante, algunas variables relevantes a la hora de prever la participación o abstención en las urnas. Primero, los jóvenes han sido protagonistas de las demandas y movilizaciones sociales y, aunque no tienen un candidato único que respalden, han demostrado intención de voto e interés en generar una lucha política “desde dentro del poder”
Segundo, se desconoce si la derecha tendrá la convicción suficiente de sufragar por sus opciones a senadores y diputados aunque sepan de antemano que su votación presidencial va a perdedora.
Y, tercero, es posible que se incorporen votantes que apoyen a algunos candidatos que provienen directamente del mundo estudiantil que se movilizó activamente; a los defensores de la diversidad sexual y otros grupos que han emergido con fuerza en estos años de demandas; y/o a representantes de regiones que han sido protagonistas de reivindicaciones que han sido apoyadas a lo largo de todo el país.
Lo que está en juego
En los cuatro años que dura la presidencia en Chile, sin posibilidad de reelección, son pocas cosas las que pueden hacerse, especialmente en materia de leyes estructurales. Sin embargo, la inminente futura presidenta ha centrado sus promesas en tres reformas: educacional, tributaria y constitucional.
Lo educacional es el eje que cruza la agenda de todos los candidatos. La demanda del movimiento estudiantil, apoyada por más del 80 por ciento de la población, logró sus frutos por la relevancia que ha cobrado en estas elecciones: fin al lucro y educación gratuita y de calidad para todos.
La reforma tributaria, propuesta por Bachelet, incluye – entre otros aspectos- el aumento de los impuestos a las empresas con el fin de financiar los cambios estructurales que la educación requiere, además de otras demandas sociales destinadas a paliar en parte la tremenda desigualdad del país.
Y el inicio de un proceso para cambiar la Constitución de 1980 - que es el sólido y vigente batallón que dejó la dictadura – sería, finalmente, una apertura a cambios estructurales de fondo en el país.
La lucha en el Congreso
La principal batalla será, este domingo 17 de noviembre, entre quiénes logren mayoría en el Senado. Esta vez se elige la mitad de los Senadores y la totalidad de la cámara de diputados (120).
Este resultado marcará la posibilidad real o no de llevar a cabo la agenda propuesta por Bachelet. Ella debe lograr al menos dos tercios de ambas instancias para avanzar -en algo- en la reforma constitucional (base de las demás).
El actual sistema binominal (que es el primero que se requiere cambiar en la Constitución) no traslada directamente el porcentaje de votos a sus candidatos. Sólo permite elegir al primero de la lista a votar o a ambos en el caso de “doblar” a la coalición contrincante. Por tanto, al menos en materia de senadores, la Nueva Mayoría necesita ganar ambos candidatos en al menos cuatro de los siete distritos en disputa, lo cual ha ocurrido en escasas oportunidades en los últimos 20 años.
Dadas las cosas, el resultado es incierto. Lo que se dará el domingo será voto a voto para doblar en la mayoría de las regiones o distritos o perder definitivamente las posibilidades de iniciar cambios reales a partir de las leyes en el Congreso.
Y también, entonces, se jugará la credibilidad de la Nueva Mayoría. Lograr o no cumplir sus promesas será clave para enfrentar, en sólo cuatro años más, a la derecha, seguramente refortalecida en su eterna disputa por el poder.

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