Miradas al Sur. Año 7. Edición número 325. Domingo 10 de agosto de 2014
Por
Modesto Emilio Guerrero. Escritor y periodista
El III Congreso del Partido Socialista Unificado de Venezuela,
realizado en la última semana de julio bajo las sombras de la transición
más compleja del país y el movimiento chavista, deliberó y votó sobre
asuntos importantes, cuyos resultados se definirán mucho más allá de la
liturgia de su ambiente y sus resoluciones.
Como casi todos los congresos partidarios, cuando representan a
movimientos masivos y gobiernos cruzados por múltiples presiones
enemigas y tensiones internas, el del PSUV contuvo las principales
señales de la transición traumática de Venezuela.
Esas señales se pueden clasificar en económicas, sociales, de
conciencia, políticas de gobernabilidad y las más sinuosas pero no por
ello menos reales: las que expresan los estados de conciencia en los
sectores sociales que componen la base de la organización y sus diversas
expresiones ideológicas.
Se trata de tendencias verificables, algunas nacidas hace algunos años,
como la fragilidad gubernamental o el agotamiento del modelo económico,
otras más recientes, como aquellas que hablan de estados de ánimo
declinante en la militancia, en la vanguardia de los cuadros más
comprometidos. Al mismo tiempo, también estuvo presente en el encuentro
nacional del partido chavista, la orientación de la nueva estructura del
poder gubernamental y partidario.
El congreso fue un retrato complejo de ese proceso en marcha. Se
consolidaron nuevas instituciones en el armado del sistema político.
Íconos y jefaturas. Una de ellas es la presencia central como
segunda figura del poder, del dirigente partidario Diosdado Cabello,
actual titular de la Asamblea Nacional, que hace apenas dos años y medio
permanecía en los márgenes como un diputado de segunda en una provincia
alejada del centro político nacional. Esta vez, Cabello obtuvo muchos
votos, superando los obtenidos en el Congreso de fundación del PSUV, en
2007, cuando fue el dirigente menos votado y el único abucheado por los
más de 3.500 delegados.
El caso más llamativo de institucionalización fue el del líder
bolivariano. Desde los tiempos revolucionarios del siglo XX, con Lenin
embalsamado (bajo orden de Stalin), de Mao convertido en ícono milenario
de China, o los casos grotescos de purificación espiritual de Henver
Hoxa en Albania o del Kim il Sung en Corea, o de figuras del
nacionalismo latinoamericano como el de Evita, no hay registro de tamaña
canonización de un ser vivo en tiempos presentes.
La Resolución N° 1 del congreso consagró al comandante Chávez como una
entidad colocada por fuera de los tiempos y dimensiones humanas:
“Reconocer al Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, como Líder Eterno y
Presidente Fundador del Partido Socialista Unido de Venezuela, como
homenaje amoroso de quienes nos sentimos sus hijos e hijas... En
consecuencia... a partir de este mismo momento, toda la militancia
socialista reconocerá al Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, como
Líder Máximo y Presidente Fundador del Partido Socialista Unido de
Venezuela” (Plenaria Nacional del III Congreso Socialista el día 26 de
julio de 2014).
También fue institucionalizada la figura de Nicolás Maduro como factor
de poder terrenal entre el partido, el Estado y sus Fuerzas Armadas,
dándole a esa unidad un nombre que hasta antes de él, sólo ostentó el
líder fundador del movimiento bolivariano. Esta vez, la unidad
cívico-militar personificada por Hugo Chávez durante 19 años intenta ser
asumida por el heredero, sin que ello sea suficiente para garantizar la
estabilidad y los equilibrios que imponía la presencia del Comandante.
Para consolidar su rol en un movimiento que no acepta, por ahora, menos
de lo alcanzado como ideología de cambio, Nicolás Maduro propuso sus
Cinco Tesis en el discurso de Instalación de la Plenaria del III
Congreso Socialista: “1. Sin Socialismo no es sostenible la
independencia y la soberanía en Venezuela; 2. La tarea más importante de
la Revolución Bolivariana en la nueva etapa es el desarrollo de una
economía productiva socialista; 3. El socialismo es democracia y la
democracia es socialismo; 4. La primera Revolución es en el espíritu; 5.
El mundo multicéntrico, pluripolar, y la unión Latinoamericana y
Caribeña, garantizan la paz y el equilibrio en el planeta.” (Acta de
Decisiones Aprobadas en la Plenaria Nacional del III Congreso Socialista
del Partido Socialista Unido de Venezuela. 26 al 31 de julio de 2014)
Uno de los cuestionamientos más sentidos del encuentro fue el método de
selección de los delegados. La mayoría fue por cooptación o simple
designación de algunas cúpulas regionales. Esta molestia fue condenada
en las resoluciones, pero sobre todo en las deliberaciones. Esa vieja
mala maña cupular impidió la participación entusiasta de la mayoría
militante, que no actúa dentro del PSUV, sino en las Comunas, los
consejos, los comités, las cooperativas, los sindicatos de base. En el
PSUV funcionan unas 12 corrientes internas, entre las más radicales
hasta las más posibilistas. El control en la selección de los delegados
impidió que estas corrientes nutrieran al congreso con sus opiniones y
aportes, excepto en el caso de una llamada Marea Socialista, que logró
posicionarse mediante una interna abierta y participativa con
participación de muchos activistas y dirigentes sindicales y comunales y
de intelectuales reconocidos del chavismo.
Tres sensaciones. Ese ambiente litúrgico no pudo evitar la
presencia de tres personajes centrales que actuaron como sensaciones en
el escenario, durante los días de debate y resoluciones. Una, inevitable
como una fuerza cósmica, fue la imagen de Hugo Chávez, representada por
centenares de retratos móviles que cada delegado mostraba delante de su
rostro anónimo, además de gigantografías y pensamientos del Comandante,
todo alterado por su voz estentórea emanada de techos, rincones y
pasillos del congreso como si estuviera vivo.
El segundo personaje es una sensación más difusa aún, pero más real,
representada por la pequeña franja de militantes que acudieron a llamado
de la dirección partidaria para ocupar las 980 sillas del Congreso
partidario. Aún siendo pocos, en relación con los más de 7 millones de
inscriptos o en relación con el total de gente que mantiene una
actividad política constante en Venezuela, fue muy expresiva de la
realidad en marcha. La mayoría de esos centenares de militantes del PSUV
fueron a buscar respuestas a las preguntas que definen la complicada
situación del gobierno, el movimiento y el proceso.
El tercer personaje de este Congreso, convertido en una sensación
protagónica difusa, brotó de la unidad de los dos anteriores y se llamó
incertidumbre.
De sus definiciones en curso dependerá, en buena medida, la perspectiva y
la dinámica del proceso revolucionario abierto, tanto como el destino
de las conquistas sociales, políticas y culturales de los cinco
gobiernos del chavismo entre 1999 y 2019.
Contextos y dilemas. Los hechos, datos y circunstancias que
rodearon el evento nacional del chavismo, determinaron sus resoluciones,
pero también sus límites. La convocatoria fue hecha en enero de este
año, inmediatamente después de la victoria abrumadora del PSUV en las
elecciones de alcaldes y concejales. Pero ese mismo mes apareció la
señal de la violencia desatada por las fuerzas derechistas apenas
treinta días después. El impacto político de los 43 asesinados, los
centenares de heridos y presos y los destrozos insoportables en cuatro
ciudades, torcieron el rumbo al gobierno imponiéndole mesas de
negociación económica y política.
Este escenario era impensable un mes atrás, pero en ellas la oposición
pudo imponer algunos retrocesos al gobierno con efectos dañinos para el
movimiento y el partido al mismo tiempo. La vanguardia fue conmocionada
de una manera que sólo vivió en abril de 2002, porque sintió por segunda
vez que todo se había puesto en riesgo.
Al revés del golpe de hace 12 años, en esta ocasión el movimiento
chavista no salió por cientos de miles a las calles para enfrentar la
embestida fascista. Tampoco la apoyó. Pero esta actitud de deferencia y
desapego impidió que la derrota de la “revuelta de ricos” de febrero y
marzo, tuviera la contundencia del 13 de abril de 2002, cuando su
impacto político-militar impuso un salto en la conciencia popular y
abrió el período de mayor transformación revolucionaria en los 15 años
del régimen chavista.
Entre la convocatoria de enero al Congreso del PSUV, sobre un triunfo
electoral, y su realización a finales de julio, media el más serio
retroceso gubernamental en la calle y en la economía y la más sensible
preocupación de la amplia vanguardia chavista por su destino y el
destino de su gobierno y su proceso. Los delegados llegaron a Caracas
cargados con los pesos múltiples de esta incertidumbre social.
Un segundo dato de contexto que condicionó al congreso partidario fue/es
el colapso de la economía, un acontecimiento nacional originado a
mediados del año pasado por la combinación de dos fuerzas actuantes.
Una, es el agotamiento de la política económica aplicada por el
Comandante Chávez hasta 2012 (institucionalmente conocida como Proyecto
Nacional Simón Bolívar, el nombre vernáculo del plan económico de 2006 a
2012). Ese plan logró introducir fisuras en la economía rentista
petrolera tradicional y comenzar a desarrollar nuevos segmentos y ramas
industriales. Pero al no poder superar la estructura rentista con una
nueva matriz productiva relacionada estrechamente con las economías del
ALBA, y sobre todo de Argentina y Brasil, todo lo avanzado se devolvió y
la cultura rentista terminó dominando, mediante la irracionalidad
burocrática y la corrupción, las grandes empresas y proyectos
industriales. El resultado es el descalabro de la producción, la
perversión de un financiamiento discrecional en dólares y la ruptura de
la cadena de distribución. Esa dinámica regresiva y frágil, bien
aprovechada por la derecha enemiga del gobierno de Chávez, hasta 2012,
luego de Maduro, terminó por generar el mayor desbarajuste económico y
la mayor angustia social, tanto en el pueblo chavista, como en el otro.
Uno de los delgados advierte con inteligencia este asunto: “Nuestro
éxito va unido al logro, en el breve plazo, de poner en movimiento la
maquinaria productiva agropecuaria e industrial y utilizar con puntería
los recursos que nos reporta el petróleo. Si es necesario, como urgente,
un Congreso exclusivamente económico”. Y para que se entienda la
relación entre las deliberaciones dentro del Congreso del PSUV y la
sociedad cotidiana de la que dependen el partido y su congreso como el
gobierno, este chavista de base señala los síntomas de la enfermedad:
“Nos referimos a los nudos que afectan el día a día de nuestros
ciudadanos. Hablamos de lo que la gente siente y piensa, a su manera y
sin excesivos tecnicismos, de la economía, de la inflación, de la
escasez de una lista de productos alimenticios, del acaparamiento que no
se castiga, del contrabando con cómplices que no termina, de la lista
de corruptos, rateros y ladrones privilegiados, para quienes la
aplicación de la Justicia no llega porque raudos y veloces salen a sus
anchas por los aeropuertos.” (“Después del Congreso”. Juan Azócar,
Aporrea 05/08/14)
Un tercer dato fundamental que rodeó las deliberaciones del III Congreso
del PSUV fueron las luchas y demandas sociales y el debate sobre ellas
dentro y fuera del partido. Desde el año pasado, se registra un
crecimiento de las luchas obreras y no obreras contra la reducción del
ingreso salarial y el derecho a contratar derechos colectivos. Uno de
los retrocesos impuestos por las Mesas Económicas de negociación con la
oposición desde abril de este año, es el serio intento de desmontar la
estructura legislativa progresista que protege derechos básicos del
trabajador. Uno es el de la estabilidad, otro muy doloroso a los
patrones es el que los obliga a pagar todos los gastos en salud laboral
mediante un organismo de poder interno llamado el Comité de Salud
Laboral. Pero el retroceso fue más lejos: por primera vez, los
capitalistas se atrevieron a solicitar la devolución de plantas
expropiadas o estatizadas y puestas bajo control obrero, y por primera
vez, también, una parte del gobierno se atrevió a dejar abierta una
puerta a esa solicitud.
El ambiente que rodeó las deliberaciones del PSUV y el estado de ánimo
de buena parte de los delegados, impidieron a la dirección partidaria
someter ese tema a consideración. De hecho, el acto inaugural estuvo
cruzado por la tensión entre Diosdado Cabello, segunda figura en el
Congreso y en el gobierno, por haber atacado a los trabajadores en lucha
de la más grande empresa metalúrgica, Sidor, la misma de donde la base
obrera echó a la multinacional argentina Techint. “Los sidoristas
amenazados por Diosdado Cabello dieron una respuesta contundente con una
movilización masiva y una respuesta pública a estas amenazas que se
convirtió en la noticia más debatida en el país horas antes de iniciarse
el Congreso del Partido” (“El Congreso del PSUV y la Venezuela que
viene”. Carlos Carccione,
Aporrea, 05/08/14)
Por el peso específico que manifiestan en el conjunto del movimiento
obrero venezolano, ambos casos manifiestan las tendencias de una
realidad que va mucho más allá de la clase trabajadora industrial. En
realidad, es una de las maneras en que el conjunto de la sociedad está
manifestando su descontento con una realidad económica y social
incómoda, por momentos angustiosa.
El tercer elemento importante en el contexto que rodeó al III Congreso,
fue el debate ideológico, político y programático que cruza en varias
direcciones la vida interna del chavismo. Este fenómeno comenzó con la
enfermedad de Chávez y se potenció desde su muerte atravesando el año y
medio de gobierno de Nicolás Maduro. Es un debate transversal del que
participan los militantes dentro de sus organismos, o mediante sus
comunas, sindicatos, comités y consejos, sin excluir a muchos cuadros de
las fuerzas armadas.
Para los enemigos de derecha e izquierda del chavismo, dentro y fuera
del país, las discusiones al interior del movimiento bolivariano, eran
el síntoma que anunciaba su explosión y muerte, y con ella, lo más
deseado por ellos: la desaparición para siempre del gobierno fundado por
Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro. Este desprecio por la
democracia deliberativa y la cultura de rebeldía que identifica al
movimiento chavista, les jugó una mala pasada. De esa controversia
múltiple han surgidos las renovadas energías, muchas veces teñidas de
ilusión, con la que llegaron al III Congreso casi mil delegados. Todas
las presiones desde la maquinaria del poder y el partido y el propio
desgaste al interior de la militancia, no han logrado borrar esta manera
de comportarse del chavismo.
El III Congreso contuvo la tensión entre por lo menos tres distintas
tendencias: la rebeldía de una parte de la base, el control de la cúpula
y una conducta pasiva, de retroceso ideológico, deferente y
acomodaticia en un sector del chavismo que entiende que no hay que
avanzar más, que es suficiente con lo avanzado. Quizá se trate de una
forma de cansancio social en franjas de masas que no sienten
correspondencia entre el sacrificio puesto al servicio del gobierno, su
partido y sus líderes y los resultados en la vida cotidiana.
De las manifestaciones de rebeldía hay suficientes muestras. Veamos las que hablan de la tendencia al desánimo y la connivencia.
De las expresiones escritas del Congreso, extraigo una que retrata esta
tendencia a consolidar un modo de ser en el que la transformación se
subordina a la conformidad y la resignación, la conducta crítica se
somete a la doctrina oficial y la ideología se arrodilla ante los
símbolos mediante los cuales el culto a la personalidad conforman una
nueva fe, sin la cual no es posible el dominio de alguna minorías:
“El III Congreso se ha grabado para siempre en las páginas de la
historia venezolana, las UBCH y sus delegadas y delegados nos dieron
muchas victorias políticas, menciono ocho:
El Comandante Supremo Hugo Chávez es a partir de ahora nuestro
Presidente Fundador y Líder Eterno del PSUV, un reconocimiento a nuestro
padre y mentor político, nuestro guía y faro al Socialismo.
Por aclamación Nicolás Maduro asume la presidencia del PSUV y lo
ratificamos como nuestro líder conductor y orientador hacia la
consolidación del Partido y del Socialismo.
El chavismo nace como nueva doctrina política: ser chavista implica
asumir un conjunto de valores, de prácticas, de conocimientos y
estudios, constituye una nueva cultura política, se definirá para que no
quede sujeto a interpretación de cada quien.
El Congreso obtuvo la atención de todos los sectores de la sociedad
venezolana y de la comunidad internacional, nos crecimos y dejamos claro
que somos una organización política distinta, nueva, con mucha mística.
Dejamos constancia de que somos ejemplo de democracia: un partido que no
le teme a sus bases, toda su militancia puede expresarse, está
organizada, gozamos del derecho a la participación, es un partido
públicamente critico y autocritico, fundamental en el ejercicio de la
democracia.
Internacionalizaremos la lucha, Venezuela es la referencia del
Socialismo en el mundo, por tanto tomamos la iniciativa de llamar a las
organizaciones de izquierda del planeta, la vorágine imperialista es
global y por ello la unidad de los pueblos es necesaria en lo
programático.
Con las UBCH asumimos la radicalización de la Revolución, vamos hacia la
transformación estructural del país, hacia la conformación de poderosas
tácticas antiimperialistas en el cumplimiento cabal del Plan de la
Patria, es definitivo, ¡Vamos al Socialismo Bolivariano y Chavista!
Derrotamos a la MUD, una vez más.” (II Congreso del PSUV: 8 Victorias. Edwin Velásquez.
Aporrea, 04/08/14)
En la tentación milenarista y la realidad de una sociedad en traumática
transición, el chavismo buscó en este Congreso algunas de las respuestas
a una crisis cuyos resoluciones finales encontrará en la vida social y
sus movimientos.
Publicado en:
http://sur.infonews.com/notas/el-chavismo-despues-del-congreso-del-psuv