sábado, 27 de febrero de 2021

PRIMERO LA PATRIA, por Adrián Corbella



Primero la Patria, después el movimiento, y por último los hombres. Por supuesto. Estamos hablando de una fuerza política que se plantea objetivos colectivos, sociales, antes que objetivos individuales de los hombres, o sectoriales del movimiento.  El mensaje es claro, pero obviamente la implementación no lo es tanto, ya que son los hombres los que integran el movimiento, y los que deciden cuál es la mejor manera de servir a la Patria.


En el mundo de las relaciones sociales, las contradicciones están  a la orden del día. La fuerza política que deja en tercer lugar la decisión de los hombres, ha tenido siempre liderazgos fuertes, figuras que, en su momento, condujeron con decisión al movimiento: desde Perón a Néstor, desde Eva a Cristina, y, con otra orientación dentro de las diversidades de las tribus de la especie peronista, el propio Carlos Saúl Menem.


¿Se sirve a la Patria encuadrándose bajo la conducción del líder del movimiento, aunque sufra metamorfosis tan profundas como las ocurridas en los ’90, o se debe procurar tomar decisiones más personales? “Ningún peronista debe sentirse más de lo que es, ni menos de lo que debe ser”, nos dice la séptima verdad del Peronismo. A veces resulta difícil definir quien comete ese pecado: si el militante que se verticaliza ante líderes que no parecen servir a la Patria, o el que se rebela y patea el tablero.


El peronismo es eso. Grandes verticalismos, y grandes rebeliones. Una especie con multitud de tribus, semejantes pero diferentes, que a veces coinciden con vigor y logran resultados electorales pasmosos, y otras se retuercen y se enfrentan, pues cada uno entiende al peronismo a su manera


Quizás no sea casualidad que la mayoría de los grandes intelectuales que aportaron al peronismo hayan estado más en sus bordes que en el centro, hayan sido casi outsiders pese a constituir el eje del pensamiento del movimiento.


Podríamos empezar por el gran John William Cooke, el único quizás que se animaba a debatirle a Perón mano a mano, cara a cara, y que terminó siendo un nexo entre peronismo y socialismo.


Manuel Ugarte, el gran pensador latinoamericano de origen socialista, tres veces echado del P.S. por “nacionalismo burgués”, quien apoyó al peronismo pero teniendo a veces posturas críticas.


Don Arturo Jauretche, pensador de origen radical yrigoyenista transformado quizá en un ícono del peronismo, y quien también se movió en los bordes y con algunas diferencias de criterio.


Y ya en nuestra época, el gran Norberto Galasso, quien sostiene que en un esquema maniqueo de peronismo-antiperonismo él es obviamente peronista, pero que en realidad su corazón está con la Izquierda Nacional, corriente ideológica que se ha movido siempre junto al peronismo.


Estas contradicciones han llevado al peronismo a enfrentamientos internos, a veces violentos, y a grandes divisiones, muchas veces muy profundas.


Nicolás Casullo escribía en 2002 en referencia a estos enfrentamientos y contradicciones entre distintas interpretaciones del peronismo:


“De ahí que en las nuevas generaciones de jóvenes de los últimos 20 años, las crecidas entre Luder y Menem, aquel “peronismo de izquierda” no dejó datos ni rastros: las nuevas generaciones medias no alcanzan a descifrar ese rótulo como algo digno de ser pensado.”(1) 


“Larga es la lista de enemigos internos y externos de esa izquierda nacional en el movimiento desde 1953 hasta hoy: los ‘cobardes, entreguistas, traidores, claudicantes, negociadores, burócratas, mariscales de la derrota, antipueblo’ y finalmente esa extraña y exitosa ecuación de modernización y renovación justicialista que desembocó en el menemismo-liberal que enamoró a todos los poderes reales en la Argentina. Lista de defecciones tan eterna y concreta que casi terminó siendo, desde 1955, la historia real del peronismo. La de sus defecciones.”(1), para cerrar la nota, con una frase casi profética referida a esa curiosa etapa de 2002-03 en que el peronismo buscaba su identidad, y su candidato para reemplazar al Presidente Duhalde:


“En ese maltrecho peronismo que vendió todas las almas por depósitos bancarios, Kirchner es otra cosa: insiste en dar cuenta de que ésta no fue toda la historia. Que hay una última narración escondida en los mares del sur.” (1)


Es que cada vez que el peronismo parece que termina, parece que ha sido fagocitado por sus contradicciones, se retuerce y renace. Saca de la galera un perfil renovado, un liderazgo impensado, y  amanece una vez más.


Otro intelectual vinculado al peronismo, Héctor Valle, comentando la misma etapa de que hablaba Casullo, señaló:


“¿Alguien, en 2002, esperaba que nos salváramos del descenso y que, a poco de andar recuperáramos la ilusión del campeonato?” (2)


La ilusión del campeonato, la última narración escondida en los mares del Sur, la reconstrucción de la Patria. Con sus más y sus menos, el peronismo siempre procura transitar esos caminos, generalmente pedregosos. Esto tiene su lógica porque, como escribió hace varios años Carlos Barragán, el peronismo surgió cuando el proyecto liberal neocolonial del siglo XIX se había ido a la banquina.


“En este punto me gusta pensar que el peronismo no es la causa del país que somos, es el efecto del país que somos. No es un mal paso que nos hizo caer a la banquina, es el resultado de estar en la banquina. Y cada vez más, me parece que para haber surgido de la banquina de nuestra historia, el peronismo es un milagro, este peronismo que al llegar el tercer milenio es lo único que puede ponernos sobre la ruta." (3)


Son esas contradicciones, ese moverse entre verticalismo y rebeldía, entre estabilidad y transformaciones revolucionarias, esa capacidad para siempre sacar un último haz de la manga que permita ganar la partida, lo que transforma a un peronismo muchas veces turbulento, incompresible, desdoblado, inabordable, con profundos claroscuros, con algunas figuras grandiosas, y con otras patéticas, en el Océano tumultuso en el que navega la Patria, en la gran masa de agua que le impide encallar en los bajos fondos de un liberalismo que no tiene proyecto de país, sino un plan de negocios. Es lo que nos permite gambetear a ese conjunto de talibanes del Dios Mercado que vuelcan permanentemente la calesita.


“Tenemos Patria”, dijo el único prócer que camina entre nosotros. Por supuesto. Como dijo el General: “Primero la Patria”.


Por Adrián Corbella


24 de febrero de 2021


NOTAS:


(1): https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-156842-2010-11-14.html


(2): https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-156896-2010-11-15.html


(3): CARLOS BARRAGAN: “Soy la mierda oficialista”, ed. Norma, Bs. As., 2011