martes, 23 de junio de 2015

EL MISTERIOSO SEÑOR SCIOLI, por Adrián Corbella





REFLEXIONES EN VOZ ALTA DE UN MILITANTE



Debo confesar que nunca me gustó Daniel Scioli. Siempre le tuve desconfianza. Allá lejos y hace tiempo, en 2003, un amigo lo definió de una forma que me sigue pareciendo excelente. Mi amigo Gerardo, me dijo : “Daniel es un liberal macanudo”. Yo lo veía como un aliado táctico, como lo fueron en su momento Eduardo Duhalde, Martín Redrado, Felipe Solá, Graciela Ocaña o Alberto Fernández. Los aliados tácticos, en algún momento, se van y siguen su propio camino…

Nunca pude entender a Scioli. Siempre me confundió, me desconcertó, Me enojé cada vez que concurría al “Coloquio de IDEA”, cada vez que aparecía en un programa del “Grupo Clarín”, cada vez que se sacaba fotos con referentes opositores.

Muchas veces temí que diera el portazo en el peor momento, y se alejara denunciando a diestra y siniestra, como lo hicieron otros, como lo hicieron tantos, incluso algunos que parecían ideológicamente más afines (como Miguel Bonasso o Victoria Donda).

Temí que nos dejara en 2008, en el año del golpe agro-mediático. Pero Scioli permaneció con nosotros.

Pensé que se iba tras las elecciones de 2009, cuando De Narváez le ganó a Néstor en la Provincia de Buenos Aires y muchos pensaban que era el fin de todo, el famoso “Fin de Ciklo” tantas veces anunciado. Pero Scioli siguió firme, “como rulo de estatua”.

Temí que diera el portazo tras la muerte de Néstor, en 2010, como hicieron Hugo Moyano, Julio Piumatto y otros dirigentes sindicales. Pero no. Siguió ahí, como siempre.

Imaginé que haría “la Gran Massa” en 2013… y en cambio lo ví vestido de bombero y con la manguera en la mano.

¿Quién es realmente Daniel Osvaldo Scioli? ¿Es el que va a eventos de Clarín o al programa de Mirtha Legrand o es el que estuvo en 678 y nos acompañó en todos los temporales? ¿Es el que escucha a Blejer y Bein o el que habla maravillas de Kicillof?... Realmente no lo sé…

¿Puede verse como “táctico” a un aliado que ya lleva más de doce años con nosotros?... Después de tanto tiempo… ¿No sería más bien un aliado “estratégico”? ¿No es ya parte de nosotros?...

Me desorienta Daniel Osvaldo Scioli. Reconozco mi incapacidad para comprenderlo. En cambio no me desorienta Cristina Fernández de Kirchner. Llevo más de una década confiando en ella, y nunca me ha defraudado. Si Cristina apuesta por él, debo al menos darle al motonauta el beneficio de la duda.

La jugada de Cristina fue muy clara:  sale Randazzo, entra Zannini. Puso en cancha al hombre de más confianza de la familia Kirchner en los últimos treinta años. Con ese gesto ella se puso la candidatura de Scioli sobre los hombros.

Zannini no está para “vigilar a Scioli”, como dicen algunos. Lo dijo con mucha perspicacia Dante Augusto Palma hace algunos días: Zannini es un mensaje para nosotros, los militantes. Nos indica claramente las intenciones de la Presidenta, nos dice dónde ella “puso los porotos” en esta elección.

Además de la nota de Palma, también me dejó pensando un artículo impactante de Mariana Moyano, “Sapos y vidrios”, con el que me siento plenamente identificado. La panelista de 678 resume la cuestión con una frase simple pero concluyente: “Me voy a tragar un sapo, porque no como vidrio”.

El partido ya comienza. Hay que sacar el equipo a la cancha, para empezar a jugar.

Somos el Frente para la Victoria.

Hay que ganar.



Adrián Corbella

23 de junio de 2015

domingo, 21 de junio de 2015

LA DECISION, por Adrián Corbella





El Frente para la Victoria siempre ha sido una fuerza de composición muy diversa. Institucionalmente, confluyen en él el Partido Justicialista y una docena de partidos más, más varias decenas de fuerzas provinciales. Desde un punto de vista más humano, hay un tronco central muy fuerte proveniente del peronismo, sobre todo de sus sectores más cercanos a los ideales del primer peronismo, junto a sectores nada desdeñables que proceden de diversas fuerzas de izquierda, del radicalismo e independientes. A esta segunda columna del kirchnerismo podría definírsela como “progresista de centro-izquierda”.
Ambos sectores, el peronista y el que no lo es, forman ese núcleo duro del FpV que acompañó a Néstor y Cristina Kirchner en todos estos años, incluso en las flojas elecciones legislativas del 2009 y 2013 –donde se obtuvieron cifras cercanas al 34% de los votos-.
Los votos obtenidos en las elecciones presidenciales, en cambio, fueron mayores (45% en 2007; 54% en 2011) pero allí se sumaron a los votantes kirchneristas habituales otros votantes, menos definidos ideológicamente, que decidieron apoyar en esa instancia, pero que repiensan su voto en cada elección. Estos votantes fluctuantes, grises, “ni” (ni oficialistas ni opositores) pertenecen en muchos casos a sectores del peronismo que no apoyan plenamente el modelo, o son independientes sin partido fijo.
El escenario que dejaron las elecciones legislativas de 2013 fue el de una sangría de votos peronistas que salieron del FpV para sumarse a otras propuestas, como el Frente Renovador de Sergio Massa. En 2015, y más allá del debilitamiento del massismo en estos últimos meses, se ha mantenido esa dispersión del voto peronista entre distintas expresiones electorales. Aunque el sector más numeroso del peronismo sigue perteneciendo al FpV, hay sectores peronistas importantes en el Frente Renovador de Massa, son peronistas de origen los seguidores de los hermanos Rodríguez Saa y del gobernador cordobés De La Sota, y hasta hay dirigentes de origen peronista en “Cambiemos” (Ritondo, Santilli, Reutemann). Estamos definiendo aquí como “peronista”  a aquel que ha tenido una pertenencia prolongada al PJ, más allá de que algunos presenten ciertas excentricidades ideológicas.
Las últimas encuestas nacionales coinciden en otorgar entre un 35 y un 38% de la intención de votos al FpV, y entre un 29 y 31% a la alianza encabezada por el PRO. Es decir que entre las dos fuerzas principales suman cerca de un 70% de los sufragios. El otro 30% se divide entre la extrema izquierda (5% aproximadamente), la centroizquierda de Stolbizer (de 5 a 7%) quedando cerca de un 20% en manos de diversas fuerzas “peronistas” o filoperonistas, como son las conducidas por Sergio Massa, Adolfo Rodríguez Saá y José Manuel de la Sota.
El FpV necesitaría  aumentar su caudal electoral en cerca de un 10 o 15 por ciento para lograr una victoria cómoda en primera vuelta. Es evidente que estos votos no van a conseguirse ni entre los votantes de “Cambiemos”(PROradicalismo) ni en el “Frente de Izquierda y de los Trabajadores” (FIT) que son, por motivos diversos, los más duramente opositores. Pueden conseguirse algunos votos en el espacio de Stolbizer -que tiene sectores filokirchneristas en el socialismo santafesino- pero el espacio al que el FpV apunta claramente es a ese 20% de votos más o menos peronistas que se han dispersado en diversas propuestas.
En este marco hay que ubicar toda la estrategia de campaña diseñada por Cristina Fernández de Kirchner en este año. Primero se lanzaron media docena de precandidaturas presidenciales con perfiles muy diversos, algunos incluso ubicados a la izquierda de CFK (Jorge Taiana). Primero se bajó Julián Domínguez, que medía muy poco. Luego, Cristina pidió “un baño de humildad”, y generó que los 4 candidatos más cercanos ideológicamente a ella se bajaran en rápida sucesión (Aníbal Fernández, Sergio Urribarri, Jorge Taiana y Agustín Rossi). Hay que reconocer que los cuatro, sumados, tenían una intención de votos que no llegaba a los dos dígitos.
Quedaron el Gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el Ministro Florencio Randazzo, ambos hombres del PJ de la Provincia de Buenos Aires, y por ende buenos candidatos potenciales para recuperar votos peronistas del massismo, que tiene el grueso de los votantes en esa provincia.
La idea de la Presidenta era mantenerse ajena a la interna, y luego apoyar al vencedor. Una interna enfrenta no a enemigos sino a rivales de un mismo espacio político. Se supone entonces que al terminar, todos marchan juntos detrás del vencedor.
Ambos candidatos tenían sus puntos fuertes y sus debilidades. Scioli fue vicepresidente de Néstor Kirchner en 2003-07, y luego gobernador de la provincia de Buenos Aires (2007-15), en la administración de la cual tuvo sus claroscuros. Tiene un estilo político moderado, y veleidades liberales que molestan a muchos sectores del kirchnerismo más duro. Su entorno incluye a personajes que preocupan a mucha gente, como su hermano José “Pepe” Scioli –que estuvo contra el FpV en 2009- y a los economistas Mario Blejer y Miguel Bein, que no son neoliberales duros, pero tampoco son heterodoxos. Fue un firme sostén del gobierno en momentos difíciles, como fueron la crisis agromediática de 2008 y las complejas elecciones de 2009 y 2013. Y tiene una excelente imagen entre los dirigentes del peronismo de las diversas tendencias, incluyendo a Gobernadores e Intendentes.
Randazzo tenía a su favor sus buenos desempeños ministeriales, primero en Interior, y luego al frente del exitoso proceso de reconstrucción del sistema ferroviario nacional. También gozaba de muy buena imagen en sectores independientes y en el kirchnerismo más duro, más de izquierda. Pero adolecía de un defecto: nunca ha ocupado cargos ejecutivos electivos, ni como Intendente ni como Gobernador.
Reducidas las precandidaturas a dos, Cristina mantuvo su estrategia de neutralidad: ambas representaban al FpV y los ciudadanos deberían decidir con su voto cuál sería la triunfante. Mantuvo esta actitud en un contexto en el que todas las encuestas daban como cómodo ganador a Scioli.
Entonces algo empezó a salirse de los planes previstos. Randazzo adoptó una actitud agresiva hacia Scioli, presentándose como el único candidato K, y acusando a su rival de ser un infiltrado clarinista. Incluso tuvo choques desagradables, rozando lo personal, con el gobernador bonaerense, con la esposa de éste, y con otros dirigentes. La interna comenzó a recalentarse, y a adquirir un tono desagradable. Las pasiones crecieron, claramente debido a la estrategia del randazismo. Esto puso a la Presidenta en una situación compleja, porque si mantenía su neutralidad generaba varias consecuencias negativas.
En primer lugar, aparecía avalando las denuncias de Randazzo, cuando para ella ambas candidaturas pertenecían al FpV.
En segundo lugar, se corría un serio riesgo de partir por la mitad al kirchnerismo, y que luego de las PASO los perdedores no votaran al ganador.
En tercer lugar, y pese a que ambas candidaturas la representaban, corría el riesgo de quedar en la posición de “perdedora” en una interna de la que no había participado.
En este escenario llega la decisión que era lógica, aunque sorprendió a muchos. La interna recalentada debía terminarse, y la manera más simple de hacerlo era avalar al candidato que estaba ganando según las encuestas, que era además el que había mantenido la campaña en el marco señalado por la jefa del espacio.
Jamás sabremos de quien fue la iniciativa de nombrar a Carlos Zannini como vicepresidente de la fórmula de Scioli. Pero fue una jugada de jaque mate, porque el Secretario Legal y Técnico de la Presidencia es la persona que no se apellida Kirchner  de más confianza de la Presidenta (como fue antes de su esposo).
Dicen que nadie le pidió a Randazzo que se bajara. No hacía falta. El lo dijo claramente 48 horas después en su tuiter “competir contra Zannini era competir contra Cristina”, y reafirmó su apoyo a las decisiones presidenciales, aunque el día anterior había dado mensajes menos concluyentes.
Las dificultades que mostró Randazzo para asumir la nueva situación, y las airadas reacciones de muchos de sus potenciales votantes, son la mejor explicación de porqué CFK decidió dar por finalizada la interna presidencial. En una elección casi definida, las pasiones se estaban exaltando, el recalentamiento era cada vez mayor, y las consecuencias de seguir la conflictividad creciente hasta el 9 de agosto hubieran sido, probablemente, muy negativas para las posibilidades electorales del FpV.
Florencio Randazzo es un muy buen cuadro político, que puede exhibir diversos logros en su accionar en estos años. Sin embargo, en la interna del FpV equivocó el camino. La paradoja es que fue justamente el anti-sciolismo extremo del ministro lo que casi obligó a Cristina Fernández de Kirchner a apoyar a su rival, Daniel Osvaldo Scioli. Dos más dos sólo es cuatro en las matemáticas; en política, las cosas son siempre más complejas…

sábado, 20 de junio de 2015

DÍA DE LA BANDERA


Cuatro versiones de la bandera nacional, vigentes en épocas y contextos políticos distintos. La bandera "macha", con los colores invertidos, usada por el Ejército del Alto Perú. La bandera de la Liga de los Pueblos Libres artiguistas, con otro tono de azul y una franja colorada. La bandera de la Confederación Argentina rosista, con azul nocje y detalles en rojo. La bandera actual.

Bandera de la Liga Federal artiguista de 1815

Bandera usada entre 1818 y 1820 por el Directorio







Diversas versiones de la bandera rosista


Bandera Macha, usada por Belgrano en el Alto Perú


Bandera usada por los antirrosistas de Montevideo

Bandera usada por Rosas en 1833-34

LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA NO FUE UNA EDAD FABULOSA, por Adrián Corbella




El 9 de julio de 1816, en la norteña  ciudad de San Miguel de Tucumán, representantes de algunas provincias del antes llamado “Virreinato del Río de la Plata” proclamaron la independencia de éstas tierras  respecto de España “y de toda otra dominación extranjera”. El Acta de Tucumán fue un episodio más de una comedia de enredos, plagada de marchas y contramarchas, que venía de lejos, y que no concluyó ese día.
Las autoridades surgidas de la Revolución de Mayo de 1810, además de gobernar en nombre del rey español, mantuvieron izada en el Fuerte de Buenos Aires la bandera española hasta 1815. Es conocida la odisea que sufrió Manuel Belgrano desde el  27 de febrero  1812 tratando de imponer la enseña celeste y blanca que nos identifica como comunidad nacional, bandera que el triunvirato le ordenó guardar para seguir usando la española.
En el año XIII se convocó la famosa “Asamblea” que pretendía proclamar la independencia y aprobar una Constitución. No hizo nada de eso. Apenas se aprobó el uso del himno y la escarapela, no lográndose un acuerdo respecto a los otros temas. Pero la Asamblea generó una consecuencia muy negativa: la ruptura entre las autoridades centrales de Buenos Aires y los caudillos federales del Litoral, que en ese entonces estaban comandados por el oriental José Gervasio Artigas.
Los federales de Artigas eran  intransigentemente republicanos, querían “apurar” la declaración de independencia,  establecer el sufragio universal, evitar el predominio político de Buenos Aires, y hacer reformas socio-económicas en favor de los trabajadores rurales. Este conflicto entre centralistas y federalistas que arrancó en 1813 fue mutando, pero ensangrentó a Argentina hasta casi 1880.
Las luchas por la independencia tuvieron éstas contradicciones: grandes alianzas continentales como las soñadas por Bolívar, San Martin o Monteagudo fueron simultáneas con conflictos regionales muy feroces (que no sólo se dieron en Argentina). Las discusiones eran múltiples: primero entre reformistas e independentistas, o entre monárquicos y republicanos. Luego la puja se centró en los modelos políticos, sociales y económicos que se adoptarían.
El 29 de junio de 1815, hace 200 años exactamente, representantes de Entre Ríos, Corrientes, las Misiones, Santa Fe, la Banda Oriental (hoy Uruguay) y Córdoba proclamaron en “Arroyo de la China” (la entrerriana Concepción del Uruguay) la independencia de estas tierras. Nacía la “Liga de los Pueblos Libres”, primer organismo político “argentino” (rioplatense) independiente.
Un año después, en Tucumán, representantes de Buenos Aires, Santiago del Estero, algunas provincias altoperuanas –bolivianas, diríamos hoy- las provincias argentinas del Norte y el Oeste, y nuevamente Córdoba, declararon la Independencia de las “Provincias Unidas en América del Sud”.
Dos independencias. Ninguna con el país completo  o con el nombre actual. Ambas incluyendo territorios que entonces estaban unidos, pero que hoy son “extranjeros” –al menos si nos tomamos en serio las fronteras nacionales-.
Nuestra  historia ha sido siempre así. El consenso absoluto no existe, porque  los seres humanos siempre tenemos diferencias.  Ninguna comunidad está exenta de contradicciones, de pujas.
Los hombres que lograron nuestra independencia no  son recordados porque hayan sido perfectos, seres sin mácula. Pasaron a la historia en la medida en que lograron sortear esas contradicciones y alcanzar grandes objetivos que eran comunes a la mayoría de los integrantes de nuestra comunidad. No somos independientes  porque un puñado de diputados firmaron un documento un 9 de julio en San Miguel de Tucumán. Es más complejo. Y más básico.
La independencia fue un logro colectivo del que participaron figuras tan diversas como Moreno, San Martín, Saavedra, Castelli, Monteagudo, Belgrano, Güemes, Artigas, Dorrego, Juana Azurduy, y un centenar de caudillos altoperuanos olvidados (Padilla, Camargo, Muñecas, Lira, Warnes, De Cáceres, Méndez, Chinchilla y tantos otros) que defendieron con fiereza y en la mayoría de los casos hasta la muerte, la actual frontera Norte mientras San Martín combatía en Chile y Perú, y luego mientras Bolívar y Sucre completaban la independencia de Bolivia en 1825. Junto a éstos líderes ofrendaron su sangre miles y miles de anónimos criollos, gauchos, indios y africanos. Multitud de héroes que dejamos caer en el olvido.
La lucha por la independencia “argentina” fue un logro colectivo y latinoamericano, no exento de contradicciones . Esa independencia se debe defender día a día en una lucha que, como lo fue por aquellos años, excede nuestras fronteras y tiene una dimensión continental.
Como dijo hace ya 107 años don Manuel Ugarte, uno de los tantos pensadores olvidados de la Argentina:
“Abandonemos la idea errónea de que la época de la independencia fue una edad fabulosa y que sus hombres no pueden ser imitados jamás”