La
irracional manera de cómo está “organizado” este mundo, y el sistema dominante
capitalista que absolutamente nada ofrece al mundo, sino a un puñado de piratas
oligarcas de los países ricos. Esa irracionalidad del modelo expulsa a quiénes
son afectados, por la crueldad del mismo modelo: migrantes de todos los países
pobres del llamado tercer mundo. Millones de expulsados, criminalizados y
muertos por las intenciones de buscar mejores condiciones económicas.
Lamentablemente los medios de incomunicación gringos y gringoides, llaman a los
refugiados como buscadores de “sueños”, sueño americano o europeo. Ese desangre
de millones y millones de personas, tienen grados de inimaginables penurias
para llegar a los territorios “de los sueños gringos”. Lo humillante, se hace
normal por el papel de los medios de incomunicación del sistema. Esa actitud
brutal del sistema, que privilegia la globalización del dinero y el capital a
la globalización de las culturas y las personas, está más allá de la legalidad
y el respeto a los derechos humanos. Desde siempre son los primeros en
desobedecer sus propias leyes, en eso pues son los campeones de la impunidad y
la crueldad sin precedentes.
Pues
bien, y desde el sur nunca hemos reaccionado contra las colonias extranjeras,
contra esos grupos pro-coloniales, y que normalmente son protagonistas de
expoliación y saqueo económico en nuestros países. Ahora que tenemos procesos
por fin en construcción a favor de nuestras culturas, de nuestros intereses, de
nuestras idiosincrasias sociales, no será hora de deportar a esas colonias que
nunca serán parte de nuestros imaginarios? En Bolivia las colonias extranjeras
jamás se integraron con nuestras culturas. Viven como ghettos privilegiados, y
sus componentes sociales racistas y pigmentocráticos. Son parte de la dominación
social y económica de las oligarquías. En política actualmente son parte de la
oposición anti indígena, anti boliviana y anti procesos sociales de vanguardia.
La experiencia histórica nos dice que estas colonias nunca se integrarán con
nuestras culturas. Entonces considero prudente y legal plantearse la
deportación de estos grupos extraños, y de apellidos exóticos. Deberíamos
empezar con la colonia croata. Los Kulgis, Marincovich, Petricevich, etc. Nunca
serán parte de nuestras culturas, porque jamás se mezclarán con aymaras,
quechuas o guaraníes, por sus estructuras racistas y coloniales. Por tanto no
tiene sentido alguno su presencia en este país, no tiene sentido alguno que
gocen de nuestras riquezas. Esas actitudes se reflejan en sus comportamientos
económicos contra el país: son parte de las oligarquías extranjeras. El ejemplo
concreto de Banzer, el dictador alemán, o el gringo Sánchez de Lozada (que ni
el castellano hablaba bien), demuestran lo que afirmo. Españoles en la iglesia
católica, italianos, alemanes y de otras nacionalidades extranjeras, sólo son
parte de las estructuras coloniales y de poder en este país. En nada aportan al
desarrollo o despliegue de nuestras culturas, sino con migajas y limosnas a
nombre de la cooperación internacional.
Afirmar
lo contrario y asustarse hipócritamente, es tener una mentalidad de colonizado.
Entiendo el miedo al respecto y la mueca de espanto; pero sólo es parte de
nuestros derechos y reconstrucciones de nuestros espacios, conculcados y
robados a nuestros antepasados: a sangre y fuego. El nacimiento de las
haciendas es la destrucción de comunidades y regiones de nuestras culturas. El
nacimiento de oligarquías mineras tiene sangre indígena y miseria de
comunidades. Las manos y consciencia de las colonias extranjeras, tienen sangre
de nuestras culturas. Las mentalidades sentimentalistas, que dirán “existen
buenas personas” son simples retazos de sentimientos de culpa, de lo que
realmente son como corpus sociales y clasistas. Estos grupos oligárquicos
cerrados y pigmentocráticos no son parte de nuestras estructuras sociales. Son
extraños, ajenos y perjudiciales desde siempre a nuestras regiones e
imaginarios nuestros. Por tanto, es lógico que nos planteemos su deportación de
nuestros territorios. Es incluso lo más legal que podamos hacer, y lo más
legítimo. Al final tienen ellos sus propios territorios, sus propios
imaginarios y sus propias culturas.
Es
necesario y urgente, a la luz de los acontecimientos mundiales respecto de
temas migratorios, que Bolivia tenga políticas de Estado más claras y sólidas.
Y siga siendo un ejemplo como en el Buen Vivir. En este caso deportando a
colonias extranjeras, que no han sido precisamente un aporte a nuestras
historias. Sino ejemplos de racismo, de pigmentocracia, de segregación a
nuestras culturas, de saqueo, de expoliación y discriminación. Frenar
semejantes comportamientos sociales, sólo será posible con la expulsión de
estos grupos totalmente extraños y ajenos a nuestras historias. Así las
nacionalizaciones de nuestros territorios y riquezas serán más dignas, más
claras y legítimas en nuestros avances. La credibilidad de nuestros procesos
necesita pruebas realmente concretas, frente al colonialismo interno y todavía
actual. Muchos sectores de esas colonias extranjeras siguen complotando y
boicoteando nuestros procesos. Sobre todo los de apellidos exóticos, como
Marincovich. Estos extranjeros inyectarán dinero a la oposición en las
elecciones del presente año. Y probablemente ya desembolsen sus dineros, para
las campañas y propaganda que inician. Ante esas evidencias de comportamientos
coloniales, sería inexplicable no actuar legal y legítimamente. Lo contrario
será complicidad con el colonialismo.
Las
simetrías sociales deben ser reales. Ellos deportan por defender sus sistemas
neocoloniales. Nosotros por defender nuestros espacios ocupados, colonizados, y
expoliados a sangre y fuego. De hecho seguimos viviendo como extranjeros en
nuestros propios territorios. Porque las leyes y las intenciones de nuestro
Estado, están siendo sistemáticamente boicoteados por estos poderosos sectores
coloniales. Pues es urgente resolver estos obstáculos históricos y mentales,
para transparentar por fin nuestras sociedades y desplegar por fin nuestras
virtudes ancestrales. Ojalá.
La Paz, 12 de
abril de 2014.
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