lunes, 20 de julio de 2015

SOBRE RULOS Y BOCHAS, por Adrián Corbella






Aún habiendo nacido en Capital Federal y viviendo en ella desde siempre, no es fácil interpretar al votante de este distrito. El que observa desde afuera, el que lo mira desde otra parte del país, puede pensar que una fuerza política que gana tres elecciones locales seguidas (2007, 2011, 2015) con cifras superiores al 40% y luego se impone en los subsiguientes ballotages, debe tener logros importantes para mostrar. Los que vivimos acá podemos hacer una lista cortísima que se reduce casi a una sola cosa: el Metrobus de la Avenida Juan B. Justo mejora el rendimiento del transporte colectivo de la ciudad (aunque genera un tránsito caótico para los vehículos particulares). Luego… no hay nada más para destacar. Nada positivo. La lista de cosas negativas (endeudamiento incontenible, suba escalofriante de impuestos, obras absurdas como las bicisendas) excede las dimensiones de esta nota.

¿Y entonces por qué gana?

La ciudad de Buenos Aires tiene grabado en su ADN la hostilidad al peronismo, sobre todo al peronismo más popular, más preocupado por los pobres. El PJ perdió las elecciones locales en este distrito incluso en 1973 (1), cuando primero Cámpora consiguió el 49% y luego Perón obtuvo un 62% de los votos a nivel nacional. El único “peronista” que se alzó con la victoria en la ciudad capital fue el menemista Erman González, que era en realidad demócrata cristiano, y que tenía un perfil más de centro-derecha liberal que justicialista. Para encontrar otro ejemplo hay que retroceder medio siglo hasta las elecciones legislativas de 1965, ganadas por Narciso Paulino Niembro (2). El FpV hereda en su contra esta tradición, y no logra cosechar más que entre un quinto y un cuarto del voto capitalino. De cara a un ballotage, con un buen candidato y mucho viento de cola, el kirchnerismo se puede acercar a los dos quintos. Ese es un techo impenetrable, a menos que el candidato sea algo tan ajeno a la tradición peronista como lo era el ya mencionado Erman González.

Entre este quinto de kirchneristas y los dos quintos de votantes PRO, hay otros dos quintos de votantes bastante hostiles a las otras dos fuerzas. La mayoría de ellos, si se ven obligados a elegir entre macrismo y kirchnerismo, optan por el primero, pero si tienen una tercera fuerza que les permita una alternativa, la votan. Este sector es el que permite entender los triunfos de Carrió en CABA, el 20% obtenido por Jorge Telerman en 2007, el resultado de UNEN en las PASO de 2013 o esta elección de Lousteau. Si el voto se polariza entre kirchnerismo y antikirchnerismo, esta última opción gana siempre en CABA. Si la polarización es entre macrismo y otra fuerza que no sea K, el PRO se encuentra en serias dificultades: en las PASO de 2013, UNEN le ganó al PRO en casi todas las comunas, mientras que en esta elección, si bien Lousteau pierde 48,4 contra 51,6 de Larreta, el exministro de Cristina le ganó a los amarillos en dos terceras partes de las Comunas, ganando el partido de Macri en las áreas de mejor nivel económico, las Comunas 2 (Recoleta), 13 (Belgrano, Núñez, Colegiales) y 14 (Palermo), en una comuna de perfil mixto, la 1 (Retiro, Puerto Madero, San Telmo, Constitución), y en una sola que podemos ver como claramente de sectores populares y de clase media no demasiado próspera, la Comuna 4, que comprende La Boca, Barracas, Nueva Pompeya y Parque Patricios –área fuerte del PRO por los antecedentes de Macri como Presidente del Club Atlético Boca Juniors-. (3)


El voto capitalino al PRO entonces tiene dos vertientes: aquellos que votan a favor de esa fuerza, y los que optan por ella en oposición al FpV. Esta última semana la propaganda electoral del PRO apuntaba a dos cuestiones: tratar de evitar a toda costa el ballotage forzando una renuncia del “rulo” Lousteau  –seguramente las encuestas que manejaban les daban “empate técnico- y tratar de convencer al votante capitalino de que esta elección era vital para fortalecer la candidatura anti-K de Macri a nivel nacional, de cara a agosto y octubre. Por eso, si bien ayer los porteños votaron a dos listas que teóricamente pertenecen a nivel nacional a “Cambiemos” –alianza cuyo candidato presidencial será seguramente Mauricio Macri- la lectura de los resultados poniendo eje en las elecciones nacionales es compleja.

Ese 48,4% de votos logrados por Lousteau incluye casi en bloque a los votantes de Mariano Recalde (22% en las elecciones de hace un par de semanas). El resto son votantes propios de Lousteau, y algunos que se sumaron de otras fuerzas. Es difícil evaluar como se comportará esta masa electoral en la elección nacional. Macri tiene potencialmente seguro a la mitad del electorado porteño. Casi un cuarto del electorado es del FpV. El otro cuarto se va a dividir entre distintos candidatos: quizás alguno opte por la fórmula macrista, pero es mucho más probable que esos votantes elijan opciones no amarillas, como las de Stolbizer, Massa… y el propio Scioli.

El PRO necesitaba un triunfo resonante, arrasar en alguna elección para mostrar fortaleza a nivel nacional. Sin embargo, pese a las alianzas concertadas con radicales y otras fuerzas, esto no se ha logrado. Santa Fe y Córdoba, donde los amarillos tenían expectativas de ganar, las perdieron en elecciones más bien modestas, sin mucho para destacar. Salta, donde iban en alianza con Massa y un candidato menemista, y tenían un extraño “crédito” local, el diputado Alfredo Olmedo, tampoco sumó demasiado. Mendoza la ganaron, pero es difícil ocultar que ese triunfo es más radical que macrista, y para colmo no fue demasiado espectacular (toda la oposición unida 46%, el FpV mendocino casi 40%). Les quedaba la única esperanza de un resultado arrasador en CABA, el distrito madre del partido amarillo… Nada de eso se logró…

A veces hay derrotas que se festejan. Anoche seguramente Daniel Scioli, Carlos Zannini y Cristina Fernández habrán brindado celebrando el resultado, habiendo logrado bajar a cifras mínimas la “victoria” amarilla en CABA, supuesto baluarte del PRO, dirigiendo los votos kirchneristas hacia ECO sin apoyar formalmente a ese espacio –lo que hubiera quedado feo realmente-


A veces hay victorias que duelen como derrotas. Hace 2300 años el rey griego Pirro de Epiro invadió Italia con el propósito de derrotar a la naciente República Romana. Los ejércitos de Pirro avanzaron logrando varias resonantes victorias, todas con un costo altísimo en bajas griegas. Luego de su última “victoria” el inteligente monarca dijo: “Otra victoria como ésta, y me vuelvo solo a Epiro”. Entonces decidió declararse perdedor y embarcar los restos de su maltrecho –aunque “invicto”- ejército de regreso a su patria epirota.

Anoche Macri, que tiene la palabra “cambio” como eje de su discurso, que le puso Cambiemos a su espacio, en las palabras celebrando el “triunfo”, prometió continuar con los ejes centrales de las políticas kirchneristas (4). Es difícil explicar que “Cambiemos” no quiere cambiar nada, y que cuando se dice “cambio” se habla de un emprolijamiento nomás. Se ve que están advirtiendo que los vientos de cambio son apenas brisas suavecitas, que la voluntad de cambio está más en ellos que en los votantes.

Desinflados los globos, apagadas las luces de colores y retirada la concurrencia, seguramente Mauricio habrá pensado: “Otra victoria como esta, y me vuelvo solo a Boca”





NOTAS:

(1): En 1973, Fernando De La Rúa gana las elecciones a Senador al justicialista Marcelo Sánchez Sorondo, en instancia de ballotage. Única victoria radical en una elección nacional de claro predominio peronista.

(2): Ver por ejemplo http://www.lapistaoculta.com.ar/3/2/c/el-coleccionista/item/3985-c%C3%B3mo-se-lleg%C3%B3-al-proceso-electoral-del-11-de-marzo-de-1973.html

(3) : Ver por ejemplo http://www.infonews.com/nota/235104/el-pro-perdio-en-nueve-de-las-15-comunas

(4) :  Consultar http://www.infonews.com/nota/235131/el-discurso-kirchnerista-del-lider-del-pro

sábado, 11 de julio de 2015

EL PAPA PERONISTA, por “The Economist” del 11-07-15



Arriba: Rafael Correa con Francisco

[NOTA DE LA EDICIÓN:
Mirando hacia adentro ofrece una traducción textual e íntegra de la nota de The Economist, y si bien algunos conceptos vertidos resultan un tanto extraños, nos pareció interesante reflejar como trata de verlo a Francisco un medio británico bastante conservador. Para The Economist, el Papa más antisistema en mucho tiempo sería un oculto líder de la Restauración. Nos parece excesivo]

"BALANCE DE LA ACCIÓN DE FRANCISCO EN AMÉRICA LATINA

Si se puede aplicar el término a un prelado de 78 años de edad, que ha convertido la falta de ostentación en un arte, entonces Papa Francisco es una estrella de rock. O al menos eso es como está siendo recibido en América Latina esta semana. Cientos de miles han aparecido para misas al aire libre en el Ecuador, junto a más que lo siguieron en Bolivia y Paraguay. Sin embargo, la gira de ocho días -el más largo viaje al extranjero hasta ahora en este papado y el primero a la América de habla española- no puede hacer más que subrayar la popularidad en su región natal de Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano. Esto puede añadir definición política a su papado.

Siendo el hogar del 40% de los católicos del mundo, América Latina ha experimentado un rápido avance del protestantismo evangélico en los últimos 40 años. Sin embargo, según el Centro de Investigación Pew -un grupo de expertos en los Estados Unidos- Paraguay (donde el 89% son católicos), Ecuador (79%) y Bolivia (77%) siguen siendo bastiones de la fe, junto con Colombia y México.

El objetivo más obvio del Papa es mantenerlos de esa manera al hacer a la Iglesia más acogedora y relevante. En Guayaquil, en Ecuador, en una misa que celebraba la familia ("el mejor capital social") habló de su preocupación por los excluidos de ella, una referencia a la batalla silenciosa que está librando por lograr más tolerancia hacia las parejas gay y divorciadas. El tema será tratado por un sínodo en octubre.

Los tres países que va a visitar son todos bastante pequeños y pobres, con grandes poblaciones amerindias. Ellos fueron escogidos cuidadosamente. Francisco, que solía ser un sacerdote jesuita en Argentina, valora el trabajo pastoral con los marginados de la sociedad, respeta la piedad popular y promete una "Iglesia pobre, para los pobres".
   
Sus palabras tienen seguidores entusiasmados en la teología de la liberación, un conjunto de ideas de izquierda que fueron influyentes en América Latina en los años 1970 y 1980. Francisco aceleró la beatificación, que tuvo lugar en mayo, de Óscar Romero, arzobispo salvadoreño que fue asesinado a tiros por un escuadrón de la muerte derechista mientras celebraba misa en 1980, y que es un héroe de la izquierda.

Sin embargo, el padre Bergoglio siempre rechazó el marxismo y la revolución violenta, que algunos sacerdotes de izquierda apoyaron. En lugar de abrazar la teología de la liberación, él la está reinterpretando para una era post-marxista. La  "opción [de Romero] por los pobres no es ideológica, sino evangélica", dice el Vaticano. Las críticas del Papa al capitalismo de libre mercado, armonizan tanto con la doctrina social católica tradicional y como con el peronismo, movimiento político populista nacionalista de Argentina, del que el estuvo cerca.

Dos de los anfitriones del Papa, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, y el de Bolivia, Evo Morales, son aliados de izquierda dura del régimen autoritario de Venezuela. Proclaman que van a tomar de los ricos para dárselo a los pobres, mientras que silenciosamente acallan a la oposición. Correa, que se hace llamar un "izquierdista cristiano", señaló públicamente esta semana que el Papa realiza una copia de sus políticas. En un reproche apenas velado a su anfitrión, el Papa hizo hincapié en el valor del pluralismo y advirtió contra "dictaduras, culto a la personalidad y el afán de liderazgos individuales".

Francisco ya ha demostrado ser un papa altamente político. Su apoyo fue crucial en las conversaciones secretas que llevaron a un deshielo diplomático entre Estados Unidos y Cuba. Cuando se vuelvan a abrir las embajadas a finales de este mes después de 54 años, él puede reclamar parte del crédito. Él recibió cinco veces al presidente de Argentina, Cristina Fernández, una peronista a quien se enfrentó cuando era arzobispo de Buenos Aires.

Con una elección presidencial en octubre (en la que Fernández misma no se puede presentar), estas reuniones han provocado quejas de los opositores. Pero el Papa es "muy sutil en el ejercicio de influencia en la Argentina", dice Sergio Berensztein, politólogo. Su objetivo al recibir a Cristina Fernández es fomentar un traspaso democrático suave, evitando la violencia y el caos que han marcado las transiciones políticas en Argentina en el pasado.

Algunos observadores temen que el Papa esté exagerando su acción política. Su plan para ir a Cuba, durante cuatro días-en septiembre en el camino a los Estados Unidos puede enfadar a los republicanos y el riesgo de socavar la mitad de ese viaje a América.

La mayor prueba de habilidad política de Francisco será si él puede ayudar a lograr una transición pacífica y democrática en Venezuela, donde el gobierno impopular de Nicolás Maduro se enfrenta a la derrota probable en las elecciones parlamentarias de este año, si es que son libres y justas. "Detrás de escena él está tratando de hacer todo lo posible en Venezuela para desactivar la confrontación", dice Jimmy Burns, autor de una próxima biografía de Francisco. Se espera que esto incluya esta semana la aplicación de presión sacerdotal a los aliados del señor Maduro, los Presidentes Correa y Morales."

   

Publicado en:
http://www.economist.com/news/americas/21657401-franciss-balancing-act-latin-america-peronist-pope

martes, 23 de junio de 2015

EL MISTERIOSO SEÑOR SCIOLI, por Adrián Corbella





REFLEXIONES EN VOZ ALTA DE UN MILITANTE



Debo confesar que nunca me gustó Daniel Scioli. Siempre le tuve desconfianza. Allá lejos y hace tiempo, en 2003, un amigo lo definió de una forma que me sigue pareciendo excelente. Mi amigo Gerardo, me dijo : “Daniel es un liberal macanudo”. Yo lo veía como un aliado táctico, como lo fueron en su momento Eduardo Duhalde, Martín Redrado, Felipe Solá, Graciela Ocaña o Alberto Fernández. Los aliados tácticos, en algún momento, se van y siguen su propio camino…

Nunca pude entender a Scioli. Siempre me confundió, me desconcertó, Me enojé cada vez que concurría al “Coloquio de IDEA”, cada vez que aparecía en un programa del “Grupo Clarín”, cada vez que se sacaba fotos con referentes opositores.

Muchas veces temí que diera el portazo en el peor momento, y se alejara denunciando a diestra y siniestra, como lo hicieron otros, como lo hicieron tantos, incluso algunos que parecían ideológicamente más afines (como Miguel Bonasso o Victoria Donda).

Temí que nos dejara en 2008, en el año del golpe agro-mediático. Pero Scioli permaneció con nosotros.

Pensé que se iba tras las elecciones de 2009, cuando De Narváez le ganó a Néstor en la Provincia de Buenos Aires y muchos pensaban que era el fin de todo, el famoso “Fin de Ciklo” tantas veces anunciado. Pero Scioli siguió firme, “como rulo de estatua”.

Temí que diera el portazo tras la muerte de Néstor, en 2010, como hicieron Hugo Moyano, Julio Piumatto y otros dirigentes sindicales. Pero no. Siguió ahí, como siempre.

Imaginé que haría “la Gran Massa” en 2013… y en cambio lo ví vestido de bombero y con la manguera en la mano.

¿Quién es realmente Daniel Osvaldo Scioli? ¿Es el que va a eventos de Clarín o al programa de Mirtha Legrand o es el que estuvo en 678 y nos acompañó en todos los temporales? ¿Es el que escucha a Blejer y Bein o el que habla maravillas de Kicillof?... Realmente no lo sé…

¿Puede verse como “táctico” a un aliado que ya lleva más de doce años con nosotros?... Después de tanto tiempo… ¿No sería más bien un aliado “estratégico”? ¿No es ya parte de nosotros?...

Me desorienta Daniel Osvaldo Scioli. Reconozco mi incapacidad para comprenderlo. En cambio no me desorienta Cristina Fernández de Kirchner. Llevo más de una década confiando en ella, y nunca me ha defraudado. Si Cristina apuesta por él, debo al menos darle al motonauta el beneficio de la duda.

La jugada de Cristina fue muy clara:  sale Randazzo, entra Zannini. Puso en cancha al hombre de más confianza de la familia Kirchner en los últimos treinta años. Con ese gesto ella se puso la candidatura de Scioli sobre los hombros.

Zannini no está para “vigilar a Scioli”, como dicen algunos. Lo dijo con mucha perspicacia Dante Augusto Palma hace algunos días: Zannini es un mensaje para nosotros, los militantes. Nos indica claramente las intenciones de la Presidenta, nos dice dónde ella “puso los porotos” en esta elección.

Además de la nota de Palma, también me dejó pensando un artículo impactante de Mariana Moyano, “Sapos y vidrios”, con el que me siento plenamente identificado. La panelista de 678 resume la cuestión con una frase simple pero concluyente: “Me voy a tragar un sapo, porque no como vidrio”.

El partido ya comienza. Hay que sacar el equipo a la cancha, para empezar a jugar.

Somos el Frente para la Victoria.

Hay que ganar.



Adrián Corbella

23 de junio de 2015

domingo, 21 de junio de 2015

LA DECISION, por Adrián Corbella





El Frente para la Victoria siempre ha sido una fuerza de composición muy diversa. Institucionalmente, confluyen en él el Partido Justicialista y una docena de partidos más, más varias decenas de fuerzas provinciales. Desde un punto de vista más humano, hay un tronco central muy fuerte proveniente del peronismo, sobre todo de sus sectores más cercanos a los ideales del primer peronismo, junto a sectores nada desdeñables que proceden de diversas fuerzas de izquierda, del radicalismo e independientes. A esta segunda columna del kirchnerismo podría definírsela como “progresista de centro-izquierda”.
Ambos sectores, el peronista y el que no lo es, forman ese núcleo duro del FpV que acompañó a Néstor y Cristina Kirchner en todos estos años, incluso en las flojas elecciones legislativas del 2009 y 2013 –donde se obtuvieron cifras cercanas al 34% de los votos-.
Los votos obtenidos en las elecciones presidenciales, en cambio, fueron mayores (45% en 2007; 54% en 2011) pero allí se sumaron a los votantes kirchneristas habituales otros votantes, menos definidos ideológicamente, que decidieron apoyar en esa instancia, pero que repiensan su voto en cada elección. Estos votantes fluctuantes, grises, “ni” (ni oficialistas ni opositores) pertenecen en muchos casos a sectores del peronismo que no apoyan plenamente el modelo, o son independientes sin partido fijo.
El escenario que dejaron las elecciones legislativas de 2013 fue el de una sangría de votos peronistas que salieron del FpV para sumarse a otras propuestas, como el Frente Renovador de Sergio Massa. En 2015, y más allá del debilitamiento del massismo en estos últimos meses, se ha mantenido esa dispersión del voto peronista entre distintas expresiones electorales. Aunque el sector más numeroso del peronismo sigue perteneciendo al FpV, hay sectores peronistas importantes en el Frente Renovador de Massa, son peronistas de origen los seguidores de los hermanos Rodríguez Saa y del gobernador cordobés De La Sota, y hasta hay dirigentes de origen peronista en “Cambiemos” (Ritondo, Santilli, Reutemann). Estamos definiendo aquí como “peronista”  a aquel que ha tenido una pertenencia prolongada al PJ, más allá de que algunos presenten ciertas excentricidades ideológicas.
Las últimas encuestas nacionales coinciden en otorgar entre un 35 y un 38% de la intención de votos al FpV, y entre un 29 y 31% a la alianza encabezada por el PRO. Es decir que entre las dos fuerzas principales suman cerca de un 70% de los sufragios. El otro 30% se divide entre la extrema izquierda (5% aproximadamente), la centroizquierda de Stolbizer (de 5 a 7%) quedando cerca de un 20% en manos de diversas fuerzas “peronistas” o filoperonistas, como son las conducidas por Sergio Massa, Adolfo Rodríguez Saá y José Manuel de la Sota.
El FpV necesitaría  aumentar su caudal electoral en cerca de un 10 o 15 por ciento para lograr una victoria cómoda en primera vuelta. Es evidente que estos votos no van a conseguirse ni entre los votantes de “Cambiemos”(PROradicalismo) ni en el “Frente de Izquierda y de los Trabajadores” (FIT) que son, por motivos diversos, los más duramente opositores. Pueden conseguirse algunos votos en el espacio de Stolbizer -que tiene sectores filokirchneristas en el socialismo santafesino- pero el espacio al que el FpV apunta claramente es a ese 20% de votos más o menos peronistas que se han dispersado en diversas propuestas.
En este marco hay que ubicar toda la estrategia de campaña diseñada por Cristina Fernández de Kirchner en este año. Primero se lanzaron media docena de precandidaturas presidenciales con perfiles muy diversos, algunos incluso ubicados a la izquierda de CFK (Jorge Taiana). Primero se bajó Julián Domínguez, que medía muy poco. Luego, Cristina pidió “un baño de humildad”, y generó que los 4 candidatos más cercanos ideológicamente a ella se bajaran en rápida sucesión (Aníbal Fernández, Sergio Urribarri, Jorge Taiana y Agustín Rossi). Hay que reconocer que los cuatro, sumados, tenían una intención de votos que no llegaba a los dos dígitos.
Quedaron el Gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el Ministro Florencio Randazzo, ambos hombres del PJ de la Provincia de Buenos Aires, y por ende buenos candidatos potenciales para recuperar votos peronistas del massismo, que tiene el grueso de los votantes en esa provincia.
La idea de la Presidenta era mantenerse ajena a la interna, y luego apoyar al vencedor. Una interna enfrenta no a enemigos sino a rivales de un mismo espacio político. Se supone entonces que al terminar, todos marchan juntos detrás del vencedor.
Ambos candidatos tenían sus puntos fuertes y sus debilidades. Scioli fue vicepresidente de Néstor Kirchner en 2003-07, y luego gobernador de la provincia de Buenos Aires (2007-15), en la administración de la cual tuvo sus claroscuros. Tiene un estilo político moderado, y veleidades liberales que molestan a muchos sectores del kirchnerismo más duro. Su entorno incluye a personajes que preocupan a mucha gente, como su hermano José “Pepe” Scioli –que estuvo contra el FpV en 2009- y a los economistas Mario Blejer y Miguel Bein, que no son neoliberales duros, pero tampoco son heterodoxos. Fue un firme sostén del gobierno en momentos difíciles, como fueron la crisis agromediática de 2008 y las complejas elecciones de 2009 y 2013. Y tiene una excelente imagen entre los dirigentes del peronismo de las diversas tendencias, incluyendo a Gobernadores e Intendentes.
Randazzo tenía a su favor sus buenos desempeños ministeriales, primero en Interior, y luego al frente del exitoso proceso de reconstrucción del sistema ferroviario nacional. También gozaba de muy buena imagen en sectores independientes y en el kirchnerismo más duro, más de izquierda. Pero adolecía de un defecto: nunca ha ocupado cargos ejecutivos electivos, ni como Intendente ni como Gobernador.
Reducidas las precandidaturas a dos, Cristina mantuvo su estrategia de neutralidad: ambas representaban al FpV y los ciudadanos deberían decidir con su voto cuál sería la triunfante. Mantuvo esta actitud en un contexto en el que todas las encuestas daban como cómodo ganador a Scioli.
Entonces algo empezó a salirse de los planes previstos. Randazzo adoptó una actitud agresiva hacia Scioli, presentándose como el único candidato K, y acusando a su rival de ser un infiltrado clarinista. Incluso tuvo choques desagradables, rozando lo personal, con el gobernador bonaerense, con la esposa de éste, y con otros dirigentes. La interna comenzó a recalentarse, y a adquirir un tono desagradable. Las pasiones crecieron, claramente debido a la estrategia del randazismo. Esto puso a la Presidenta en una situación compleja, porque si mantenía su neutralidad generaba varias consecuencias negativas.
En primer lugar, aparecía avalando las denuncias de Randazzo, cuando para ella ambas candidaturas pertenecían al FpV.
En segundo lugar, se corría un serio riesgo de partir por la mitad al kirchnerismo, y que luego de las PASO los perdedores no votaran al ganador.
En tercer lugar, y pese a que ambas candidaturas la representaban, corría el riesgo de quedar en la posición de “perdedora” en una interna de la que no había participado.
En este escenario llega la decisión que era lógica, aunque sorprendió a muchos. La interna recalentada debía terminarse, y la manera más simple de hacerlo era avalar al candidato que estaba ganando según las encuestas, que era además el que había mantenido la campaña en el marco señalado por la jefa del espacio.
Jamás sabremos de quien fue la iniciativa de nombrar a Carlos Zannini como vicepresidente de la fórmula de Scioli. Pero fue una jugada de jaque mate, porque el Secretario Legal y Técnico de la Presidencia es la persona que no se apellida Kirchner  de más confianza de la Presidenta (como fue antes de su esposo).
Dicen que nadie le pidió a Randazzo que se bajara. No hacía falta. El lo dijo claramente 48 horas después en su tuiter “competir contra Zannini era competir contra Cristina”, y reafirmó su apoyo a las decisiones presidenciales, aunque el día anterior había dado mensajes menos concluyentes.
Las dificultades que mostró Randazzo para asumir la nueva situación, y las airadas reacciones de muchos de sus potenciales votantes, son la mejor explicación de porqué CFK decidió dar por finalizada la interna presidencial. En una elección casi definida, las pasiones se estaban exaltando, el recalentamiento era cada vez mayor, y las consecuencias de seguir la conflictividad creciente hasta el 9 de agosto hubieran sido, probablemente, muy negativas para las posibilidades electorales del FpV.
Florencio Randazzo es un muy buen cuadro político, que puede exhibir diversos logros en su accionar en estos años. Sin embargo, en la interna del FpV equivocó el camino. La paradoja es que fue justamente el anti-sciolismo extremo del ministro lo que casi obligó a Cristina Fernández de Kirchner a apoyar a su rival, Daniel Osvaldo Scioli. Dos más dos sólo es cuatro en las matemáticas; en política, las cosas son siempre más complejas…

sábado, 20 de junio de 2015

DÍA DE LA BANDERA


Cuatro versiones de la bandera nacional, vigentes en épocas y contextos políticos distintos. La bandera "macha", con los colores invertidos, usada por el Ejército del Alto Perú. La bandera de la Liga de los Pueblos Libres artiguistas, con otro tono de azul y una franja colorada. La bandera de la Confederación Argentina rosista, con azul nocje y detalles en rojo. La bandera actual.

Bandera de la Liga Federal artiguista de 1815

Bandera usada entre 1818 y 1820 por el Directorio







Diversas versiones de la bandera rosista


Bandera Macha, usada por Belgrano en el Alto Perú


Bandera usada por los antirrosistas de Montevideo

Bandera usada por Rosas en 1833-34

LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA NO FUE UNA EDAD FABULOSA, por Adrián Corbella




El 9 de julio de 1816, en la norteña  ciudad de San Miguel de Tucumán, representantes de algunas provincias del antes llamado “Virreinato del Río de la Plata” proclamaron la independencia de éstas tierras  respecto de España “y de toda otra dominación extranjera”. El Acta de Tucumán fue un episodio más de una comedia de enredos, plagada de marchas y contramarchas, que venía de lejos, y que no concluyó ese día.
Las autoridades surgidas de la Revolución de Mayo de 1810, además de gobernar en nombre del rey español, mantuvieron izada en el Fuerte de Buenos Aires la bandera española hasta 1815. Es conocida la odisea que sufrió Manuel Belgrano desde el  27 de febrero  1812 tratando de imponer la enseña celeste y blanca que nos identifica como comunidad nacional, bandera que el triunvirato le ordenó guardar para seguir usando la española.
En el año XIII se convocó la famosa “Asamblea” que pretendía proclamar la independencia y aprobar una Constitución. No hizo nada de eso. Apenas se aprobó el uso del himno y la escarapela, no lográndose un acuerdo respecto a los otros temas. Pero la Asamblea generó una consecuencia muy negativa: la ruptura entre las autoridades centrales de Buenos Aires y los caudillos federales del Litoral, que en ese entonces estaban comandados por el oriental José Gervasio Artigas.
Los federales de Artigas eran  intransigentemente republicanos, querían “apurar” la declaración de independencia,  establecer el sufragio universal, evitar el predominio político de Buenos Aires, y hacer reformas socio-económicas en favor de los trabajadores rurales. Este conflicto entre centralistas y federalistas que arrancó en 1813 fue mutando, pero ensangrentó a Argentina hasta casi 1880.
Las luchas por la independencia tuvieron éstas contradicciones: grandes alianzas continentales como las soñadas por Bolívar, San Martin o Monteagudo fueron simultáneas con conflictos regionales muy feroces (que no sólo se dieron en Argentina). Las discusiones eran múltiples: primero entre reformistas e independentistas, o entre monárquicos y republicanos. Luego la puja se centró en los modelos políticos, sociales y económicos que se adoptarían.
El 29 de junio de 1815, hace 200 años exactamente, representantes de Entre Ríos, Corrientes, las Misiones, Santa Fe, la Banda Oriental (hoy Uruguay) y Córdoba proclamaron en “Arroyo de la China” (la entrerriana Concepción del Uruguay) la independencia de estas tierras. Nacía la “Liga de los Pueblos Libres”, primer organismo político “argentino” (rioplatense) independiente.
Un año después, en Tucumán, representantes de Buenos Aires, Santiago del Estero, algunas provincias altoperuanas –bolivianas, diríamos hoy- las provincias argentinas del Norte y el Oeste, y nuevamente Córdoba, declararon la Independencia de las “Provincias Unidas en América del Sud”.
Dos independencias. Ninguna con el país completo  o con el nombre actual. Ambas incluyendo territorios que entonces estaban unidos, pero que hoy son “extranjeros” –al menos si nos tomamos en serio las fronteras nacionales-.
Nuestra  historia ha sido siempre así. El consenso absoluto no existe, porque  los seres humanos siempre tenemos diferencias.  Ninguna comunidad está exenta de contradicciones, de pujas.
Los hombres que lograron nuestra independencia no  son recordados porque hayan sido perfectos, seres sin mácula. Pasaron a la historia en la medida en que lograron sortear esas contradicciones y alcanzar grandes objetivos que eran comunes a la mayoría de los integrantes de nuestra comunidad. No somos independientes  porque un puñado de diputados firmaron un documento un 9 de julio en San Miguel de Tucumán. Es más complejo. Y más básico.
La independencia fue un logro colectivo del que participaron figuras tan diversas como Moreno, San Martín, Saavedra, Castelli, Monteagudo, Belgrano, Güemes, Artigas, Dorrego, Juana Azurduy, y un centenar de caudillos altoperuanos olvidados (Padilla, Camargo, Muñecas, Lira, Warnes, De Cáceres, Méndez, Chinchilla y tantos otros) que defendieron con fiereza y en la mayoría de los casos hasta la muerte, la actual frontera Norte mientras San Martín combatía en Chile y Perú, y luego mientras Bolívar y Sucre completaban la independencia de Bolivia en 1825. Junto a éstos líderes ofrendaron su sangre miles y miles de anónimos criollos, gauchos, indios y africanos. Multitud de héroes que dejamos caer en el olvido.
La lucha por la independencia “argentina” fue un logro colectivo y latinoamericano, no exento de contradicciones . Esa independencia se debe defender día a día en una lucha que, como lo fue por aquellos años, excede nuestras fronteras y tiene una dimensión continental.
Como dijo hace ya 107 años don Manuel Ugarte, uno de los tantos pensadores olvidados de la Argentina:
“Abandonemos la idea errónea de que la época de la independencia fue una edad fabulosa y que sus hombres no pueden ser imitados jamás”


martes, 19 de mayo de 2015

UN TETRYS PARA LA VICTORIA, por Adrián Corbella




A casi 70 años de la elección que consagró a  Perón como Presidente de Argentina, y a más de 40 años de su muerte, en Argentina se da la paradoja de que mientras que muchos siguen sin aceptar –ni digerir- lo que fueron y representaron Juan Domingo Perón y María Eva Duarte de Perón en la historia argentina, hoy la mayoría de los partidos políticos incluyen a dirigentes que son, fueron o dicen que son peronistas.
El Frente para la Victoria (FpV) tiene formalmente al PJ (Partido Justicialista) en su interior, y contiene una mayoría de dirigentes indudablemente peronistas.
El Frente Renovador (FR), si bien tiene un líder de origen liberal, e incluye dirigentes de historias diversas, incluye una multitud –menguante- de dirigentes peronistas, muchos de los cuales apoyaban al FpV hasta 2013.
El PRO (Propuesta Republicana) finalmente, fuerza neoliberal muy alejada del peronismo tradicional –no tanto de su versión noventista menemista- incluye algunos dirigentes de origen peronista como Ritondo o Santilli, y tiene una línea interna llamada “properonismo”. Incluso su líder, Mauricio Macri, que está ubicado en las antípodas ideológicas del peronismo, dijo hace algunas semanas muy suelto de cuerpo que él estaba de acuerdo con todo lo que había hecho Perón…
Por fuera o por dentro de este universo quedan dirigentes que juegan su propio juego, pero que son clara o no tan claramente de raigambre peronista, como Eduardo Duhalde, Mario Das Neves, los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá, José Manuel De La Sota, y personajes aún más exóticos como el empresario Francisco De Narváez, que siempre dice que es peronista –él sabrá porqué… el carácter peronista del “Colorado” es un misterio insondable que los simples mortales sólo podemos entender con la ayuda divina-.
Esto parece confirmar una vieja afirmación del General Perón, a quien le hicieron una entrevista cuando vivía exiliado en España, y ante la pregunta de cuántos peronistas había en Argentina contestó, medio en broma y medio en serio: “peronistas somos todos”…
Este fenómeno genera una realidad palpable en muchas elecciones argentinas: cuando un porcentaje mayoritario de ese numeroso conglomerado panperonista marcha unido detrás de un mismo candidato, la victoria del mismo es prácticamente inevitable.
El FpV, es decir el kirchnerismo, es una fuerza con un tronco mayoritario peronista, al que se han sumado sectores –de una magnitud nada despreciable- de carácter “progresista” provenientes de la izquierda clasista, del socialismo, de movimiento sociales, del radicalismo e independientes. Ambos sectores, los peronistas y los que no lo son, constituyen en conjunto un núcleo “duro” de un 30 a 35% del electorado, que vota consecuentemente a los candidatos del FpV en todas las elecciones. Es el sector que votó al kirchnerismo en las difíciles elecciones legislativas de 2009 y 2013 –en ambas cerca del 34%-.
A ese núcleo sólido se sumaron, en las elecciones presidenciales, sectores que no son kirchneristas duros, sino más bien independientes y peronistas no demasiado K, que a veces acompañan y otras no, y permitieron alcanzar 45% en 2007 y 54% en 2011.
Muchos de estos sectores “grises”, fluctuantes, que eligieron a De Narváez en 2009 y a Massa en 2013, pero votaron a Cristina Fernández de Kirchner en 2011, están volviendo a mirar con simpatía al FpV al irse deshilachando a ojos vista de candidatura del ex intendente de Tigre.
El votante de Macri, por el contrario, tiene un perfil más puramente opositor, a veces fanáticamente opositor; vota siempre en contra y nunca ve como alternativa al FpV.
La oposición argentina no constituye un bloque electoral con objetivos claros y compartidos, pues comprende una multitud de partidos de perfiles muy distintos. Generalmente coinciden en su  oposición sistemática a todo, pero si tuvieran que tomar decisiones estando al frente del gobierno, se dividirían en una pléyade de sectores distintos, y seguramente se terminaría imponiendo el núcleo duro neoliberal que desea volver a los ’90 y a sus políticas de endeudamiento permanente y creciente:  concentración de la riqueza, recesión y destrucción del aparato productivo y del tejido social, políticas que llevarían inexorablemente a otro 2001, seguramente peor que el ya vivido…
El kirchnerismo necesita para ganar en Octubre, sumar a su piso electoral un porcentaje significativo de votantes que vengan de fuera de ese núcleo duro, como logró hacerlo CFK en las dos últimas elecciones presidenciales.
Hoy el FpV está buscando un candidato que continúe con las transformaciones que se han llevado adelante y que pueda lograr lo que ha logrado Cristina en dos oportunidades: atraer a la vez al núcleo “K” paladar negro y a sectores que no lo son, pero que frecuentemente han acompañado.
Hace algunos meses, el kirchnerismo lanzó media docena larga de precandidaturas presidenciales. Las tres que representaban a ese kirchnerismo duro (Rossi, Taiana, Urribari) medían muy poco. Lo mismo le pasó a Aníbal Fernández, quizás la síntesis perfecta entre el kirchnerismo paladar negro y el peronismo tradicional. Pero Aníbal, pese a sus múltiples virtudes, se vio perjudicado seguramente por el duro rol que ha cumplido en estos años, siendo el encargado de levantarse todos los días y enfrentar las impiadosas acometidas mediáticas contra el gobierno. Y si bien Aníbal, polemista brillante, lo hizo con una enorme eficiencia, su figura quedó asociada para muchos –injustamente- más con la controversia que con la construcción.
Los dos que han llegado al final de la carrera y que disputarán por un lugar en las PASO, tienen aspectos que los asimilan y otros que los diferencian. Ambos son hombres del PJ bonaerense, y ambos comenzaron a hacerse visibles en la política argentina en la década del ’90, en los peores tiempos del peronismo (Scioli con más figuración que Randazzo en esos tiempos).
Scioli puede esgrimir sus ocho años de gobierno en la mayor provincia argentina (en la que tuvo, hay que reconocerlo, sus pros y sus contras).
Randazzo mostrará su gran labor en la reconstrucción del sistema ferroviario estatal, y otros éxitos en tareas de rango ministerial, pero se le echará en cara el no haber ocupado nunca un cargo ejecutivo importante.
Ninguno de los dos representa cabalmente a los sectores del kirchnerismo duro, a aquellos que sueñan con un capitalismo keynesiano (y peronista) , con un Estado fuerte, regulador e intervencionista, o a aquellos que ven con simpatía el “socialismo del siglo XXI” del chavismo.
Randazzo parece más cercano a ese modelo, aunque no lo representa plenamente. Scioli parece mucho más alejado, y genera desconfianza en sectores que le reprochan su moderación y su concurrencia a eventos como el coloquio de IDEA, u otros organizados por el Grupo Clarín. Desconfianza que no impide reconocerle que, siempre que hubo un incendio (2008, 2009, 2013) se lo vio al ex motonauta vestido de bombero y con la manguera en la mano.
Si Randazzo tiene una imagen mejor hacia adentro del núcleo duro K, Scioli tiene mayor potencial para captar votos de afuera, por su buena imagen entre el peronismo refractario al kirchnerismo, entre los votantes independientes, e incluso entre la propia tropa kirchnerista de gobernadores, intendentes y dirigentes sindicales.
El nuevo presidente, si es como parece que será del FpV, deberá afrontar una situación en la cual el líder ideológico y político del espacio no será el Presidente de la Nación.
Por eso el mejor candidato del FpV será aquel que mejor cumpla con cuatro condiciones. En primer lugar, poder ser el jefe institucional del país teniendo en paralelo un líder partidario que seguramente no ocupará cargos relevantes a nivel nacional. En segundo lugar, mantener unido, en la mayor medida posible, al núcleo duro de votantes kirchneristas que vienen acompañando a este proyecto político desde 2003. En tercer lugar, encolumnar a la mayor parte del PJ tras un proyecto nacional común. Y finalmente, atraer votos externos, fluctuantes, “grises”, cuyo perfil ideológico es difuso.
No será una tarea fácil. Ni para el que resulte elegido ni para nosotros, que definiremos con nuestro voto esa elección

Adrián Corbella
19 de mayo de 2015